Las rosquillas de San Isidro, el sabor más castizo de Madrid
Si hay un dulce que representa a Madrid en el mes de mayo, ese es sin duda la rosquilla del santo.

Si hay un dulce que representa a Madrid en el mes de mayo, ese es sin duda la rosquilla del santo. Con la llegada de San Isidro Labrador, patrón de la ciudad, las pastelerías se llenan de estos pequeños anillos de masa que cuentan historias centenarias, sabores de toda la vida y la esencia más castiza de la capital.

Una tradición con historia (y leyenda)

Aunque hoy las rosquillas parecen cosa de barrio y verbena, su origen es mucho más remoto. Se remonta al mismísimo Imperio Romano, cuando ya se elaboraban productos similares en diferentes rincones del Mediterráneo. Pero fue en Madrid donde este dulce adquirió identidad propia, especialmente gracias a una figura mítica que ha pasado a formar parte del folclore popular: la Tía Javiera.

Dicen que esta mujer, madrileña de adopción, llegaba cada año desde Fuenlabrada o Villarejo de Salvanés con su cargamento de rosquillas para la romería en la pradera de San Isidro. Su receta, con un toque de aguardiente y un glaseado especial que dejaba secar antes de atarlas con guita, se convirtió en un éxito tal que pronto surgieron imitadoras que afirmaban ser sus herederas. No tuvo hijos, pero sí legó una tradición que llega hasta nuestros días.

Cuatro rosquillas, cuatro estilos (pero todas madrileñas)

Durante el mes de mayo, las vitrinas de las pastelerías se llenan de cuatro tipos de rosquillas, cada una con su carácter:

  • Tontas: sin adorno alguno, austeras pero con una textura deliciosa. Su nombre no les hace justicia.
    Listas: bañadas en un glaseado de azúcar, limón y clara de huevo, con su característico tono amarillo. Más dulces, más alegres.

  • De Santa Clara: cubiertas con un merengue seco blanco. Se dice que su receta se originó en el Monasterio de la Visitación.

  • Francesas: las más sofisticadas, con almendra picada y azúcar. Nacieron por capricho real, el de la reina Bárbara de Braganza.

Todas comparten una base común, pero su acabado final transforma la experiencia de cada bocado. Y aunque son típicas del 15 de mayo, cada vez más madrileños se resisten a esperar y las disfrutan durante toda la primavera.

Una receta con sabor a Madrid

Si quieres lanzarte a prepararlas en casa, aquí tienes una versión sencilla para hornear tus propias rosquillas de San Isidro:

Ingredientes

  • 250 g de huevos

  • 20 ml de aceite de oliva virgen extra

  • 35 g de azúcar

  • 50 g de harina fuerte

  • 200 g de harina floja

  • 15 g de anís en grano

Elaboración

Bate todos los ingredientes durante unos 20 minutos. Luego, con manga pastelera (o estirando la masa y cortando con moldes redondos), forma los roscos y píntalos con huevo batido. Hornéalos entre 180 y 200 grados durante unos 12-15 minutos, hasta que la superficie se abra ligeramente. Si te animas, puedes darles el toque final con un glaseado para hacerlas “listas” o con merengue seco para convertirlas en “de Santa Clara”.

Y recuerda: si decides freírlas y atarlas con guita, estás honrando la tradición de la mismísima Tía Javiera.

Un dulce paseo por la Gran Vía

Mayo es un mes ideal para saborear Madrid, con sus fiestas, sus calles animadas y sus sabores únicos. Las rosquillas del santo son la excusa perfecta para perderse por el centro, descubrir la Plaza Mayor, el Parque del Retiro, o asistir a uno de los musicales de Gran Vía. ¿Y qué mejor forma de vivirlo que alojándote en pleno corazón de la ciudad?

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